Ir al contenido principal

Eres Amargado?






Muchos de nosotros hemos compartido con una persona amargada. La amargura es una forma de depresión donde la persona se enfoca negativamente en el mundo exterior, pensando que ha sido tratada injustamente. Según el diccionario, la palabra amargura significa: aflicción, sinsabor, disgusto, pesadumbre, melancolía. Muchas veces la amargura es el resultado de un resentimiento. Se vive una ofensa, al no perdonar la ofensa se convierte en ira o en dolor, y esto se convierte en odio. Este odio se convierte en amargura, que es la aflicción del alma. Nadie puede ser feliz o tener paz si su corazón está lleno de amargura.
Podemos identificar los síntomas de las personas amargadas porque siempre están criticando, se están quejando, se sienten enojados, son volátiles, ofensivos, su autoestima está baja y les gusta hacer sentir mal a los demás. La amargura puede transformar el carácter de una persona, y su comportamiento reflejará negativismo, dureza, severidad, rencor y odio. ¿Conoce usted gente así? o ¿haz sido tu una persona amargada? a continuación comparto contigo algunas actitudes que caracterizan a las personas mal humoradas:

1. Mensajes auto destructivos

Tener charlas con uno mismo es estupendo para colocar sentimientos e ideas en nuestra cabeza, pero si la conversación se centra en destruir nuestra moral a través de auto mensajes sobre lo zopenco que eres y lo terriblemente mal que lo haces todo, los resultados serán siempre perjudicial. ¿Te has escuchado a ti mismo un “no puedo”, “no soy lo suficientemente bueno” o “no tengo lo que necesitan”? Acalla esa voz interior proveniente de El Mal porque si los mensajes que nos enviamos a nosotros mismos reducen nuestra confianza, disminuyen nuestro rendimiento, acaban con nuestro potencial y, en última instancia, sabotean cualquier posibilidad de que triunfemos, son charlas contraproducentes.

2. Pensar que lo vas a hacer mal

Una forma predominante del pensamiento negativo es hacer un balance de una situación o una interacción y anticiparnos con la idea de que saldrá mal. “Para muchas personas, esta actitud de ver el vaso medio vacío es habitual y automático”, “la forma en la que nos relacionamos con las circunstancias es la que hace que una experiencia sea positiva o negativa”.
Esta elección instantánea puede hacerte más fuerte o más débil, más feliz o más triste, seguro de ti mismo o una víctima acabada. Algunos imprevistos de la vida pueden resultar incómodos, pero no hay por qué hundirse.

3. Las comparaciones nunca fueron buenas

Una de las maneras más sencillas y comunes para sentirnos mal es compararnos desfavorablemente con los demás. Claro que nunca lo hacemos con los considerados “iguales” sino que tenemos tendencia a hacerlo con “los que tienen más triunfos, parecen más atractivos, ganan más dinero o presumen de tener más amigos de Facebook”.
Cuando nos vemos a nosotros mismos deseando tener lo que otro tiene y nos sentimos inferiores, “estamos teniendo un momento de comparación social negativa” no existe la “sana” comparación por mucho que te lo repitas– porque estas “derivan en estrés, ansiedad, estados de depresión y la toma de decisiones auto destructivas”. ¿Merece la pena?

4. La idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor

“Debemos aprender del pasado pero no sentirnos atrapados por él”. Pensar constantemente que has tomado el camino equivocado y que aquella decisión es la culpable de que ahora te encuentres en estas circunstancias. Sumergirnos en el pudo ser y no fue no conduce más que a la auto flagelación mental sobre algo que ni siquiera sabemos si realmente habría salido tal y como nuestra mente negativa nos relata. No sabemos si habría sido mejor, sólo lo que tenemos ahora mismo, y depende de nosotros afrontarlo con una u otra actitud.  
Hay que saber reconocer las nuevas oportunidades: “A veces el primer paso es simplemente romper con el pasado y declarar que eres tú, no tu historia, quién está al mando” recomienda Ni.  

5. La culpa de (todos) mis problemas es de los demás

La mayoría de nosotros nos encontramos con personas complicadas en nuestras vidas: manipuladores, desafiantes, narcisistas, mentirosos... Lo más sencillo es pensar que ellos son los culpables de nuestros problemas y nosotros somos las víctimas, pero “esta actitud, aunque justificada, es reactiva y por lo tanto nos autodebilita”.
Hay muchas habilidades y estrategias que se pueden utilizar para mantenerse al margen de estos individuos, empezando por valorarnos a nosotros mismos y ser capaces de discernir en qué medida hacen uso de su naturaleza manipuladora para sentirse superiores a nosotros haciéndonos sentir más débiles.  

6. El victimismo como modo de vida

En relación con la anterior, la actitud victimista de hacer responsables de nuestras desgracias a los que nos rodean puede resultar sencillo y satisfactorio a corto plazo pero a la larga, se hace “perpetúa la amargura, el resentimiento y la falta de poder de decisión y actuación ya que la víctima sufre de lo que fue denominado silenciosa desesperación.
Estos sentimientos no va a ayudarte a ser más feliz ni tener éxito, sólo a llenarte de resentimiento, envidias y desarraigo. ¿Merece la pena ser siempre la victima?

7. Regodearse en la culpa

Todos nosotros cometemos errores en la vida. Cuando uno mira hacia atrás en sus actos pasados, tal vez hubo decisiones y acciones de las que pueda arrepentirse y es posible que hayan causado daño tanto a uno mismo como a otros.
“Recordar estos sucesos pasados puede hacer que nos acompañe el sentimiento de culpa por los errores cometidos, el daño causado o la pérdida de oportunidades”.
Pero, como decíamos en el punto cuarto, no tiene sentido estar dándole vueltas a lo que pasó, lo importante es aprender de los errores y ser conscientes del daño que se pudo hacer para evitar que se repita.

8. El miedo al fracaso y a cometer errores

El miedo a los errores y a fracasar se asocia con el perfeccionismo: “Pensar que no eres lo suficientemente bueno en algunos aspectos puede ocasionar una tremenda presión sobre ti mismo para conseguir el éxito”, comenta el profesor.
Ponernos metas y tratar de alcanzar objetivos es importante para estar motivados, pero esperar ser perfectos, conseguirlo todo a la primera y hacerlo sin ningún fallo es prácticamente imposible y, por lo tanto, es absurdo exigirnos tanto si no queremos acabar con el ánimo por los suelos y amargados por nuestros fracasos.
Múltiples estudios han demostrado la correlación entre el perfeccionismo y la infelicidad, y es que simplemente ser perfecto no es humano.

Comentarios